jueves, 19 de septiembre de 2013

Érase una vez una niña que comenzó a leer...

     Todavía me acuerdo del rincón de la biblioteca de mi aula en preescolar, era un sitio fascinante lleno de cuentos, marionetas y un teatrillo. También de aquellos días cuando nos visitaba “Don Cuentacuentos” para narrarnos una de sus historias y despertarnos así, el interés y la curiosidad por el mundo de la lectura. Pasó el tiempo y alcancé el siguiente nivel de mi etapa educativa, primaria, donde también tenía la suerte de contar con una magnífica biblioteca en clase, llena de mundos imaginarios por descubrir. Aquellos libros de las colecciones como El Barco de Vapor o Cuentos de la Media Lunita entre muchos otros, eran el cebo perfecto para cultivar en una niña el amor por la literatura. El castillo de irás y no volverás de Antonio Rodríguez Almodóvar, Las brujas y Matilda de Roah Dahl eran y son, algunos de mis preferidos. 

     Hasta llegar a la universidad siempre he leído por placer. En el instituto las lecturas obligatorias para mi no lo eran así. La Celestina de Fernando de Rojas, Los santos inocentes de Miguel Delibes, Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez y por supuesto Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, entre otros, eran y siguen siendo algunas de mis lecturas preferidas. 

     Aterrizando en la actualidad, he de confesar que mi frecuencia lectora ha ido descendiendo. No voy a excusarme con el tiempo sino con mi mente saturada por miles de tareas. Sin embargo, entre las lecturas obligatorias y las mías personales a veces consigo una vía de escape. En estos momentos estoy leyendo Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven de Albert Espinosa. 

     Entre los últimos diez libros que he leído se hallan: Las cosas que no nos dijimos de Marc Levy, Los pilares de la Tierra de Ken Follett, El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, Cuentos para pensar de Jorge Bucay, El curioso incidente del perro a media noche de Mark Haddon, La catedral del mar de Ildefonso Falcones y El nombre de la rosa de Umberto Eco. 

     Como lecturas indispensables de la carrera para mí, han sido todos los cuentos infantiles que he leído tanto de forma obligatoria para hacer un trabajo, como por interés personal. Si uno de mis muchos roles como futura docente va a ser cuentacuentos, es necesario zambullirse del todo. Donde viven los monstruos de Maurice Sendak es una de mis debilidades. 


     Si tengo que decir cinco de mis historias preferidas serían: Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, El principito de Antoine Saint-Exupéri, Orgullo y prejuicio de Jane Austen, Las crónicas de Narnia de C.S. Lewis y La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca. 

     Cabe añadir que desde hace un tiempo provecho el recurso de Internet para consultar algunos blogs de literatura. Adoro la poesía y suelo aprovechar esta herramienta para seguir a algunos autores. Sin embargo, no me gusta utilizar la tablet como soporte de lectura, sino que prefiero el papel. 

     Sin nada más que contar, esta ha sido una pequeña síntesis de mi paseo por el mundo de la literatura. Paseo por el cual todavía me queda mucho por andar algunas veces sola y otras no tanto. Es necesario intentar impregnar a las personas que tenemos cerca de lo maravilloso que es leer. Yo he tenido la suerte de haber tenido padres, tíos, abuelos, maestros y profesores que lo han conseguido conmigo y por ello continuaré con esta misión, no solo como próxima maestra, sino como amiga, hermana, cuñada, vecina, compañera de trabajo...


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